Grado de Antropologia del Estado Español

jueves, julio 30, 2009

[Grado Antropologia] Art. La envidia de los españoles y...


Comparto con vosotros/as, en medio del calor, estos artículos después de ver noticias , entrevistas en la TV, escuchar a idistintos informantes y no poder evitar cerrar los ojos como las orejas.

 

 

 

Enero 05, 2008

La envidia de los españoles

 
Leo la carta de María de los Ángeles Fernández (Castrillón, Asturias), en el Magazine (30 de diciembre de 2007) que complementa una idea a la que ya me referí una vez (la envidia no es el pecado nacional de los españoles).
 
"Decía Borges que el tema de la envidia era muy español porque los españoles siempre estábamos pensando en ella. Para indicar que algo es bueno decimos: es envidiable. También recuerdo haber leído que el periodista gallego Julio Camba definía la envidia de los españoles como un sentimiento diferente al que tienen los naturales de otros países: "La envidia de los españoles no es aspirar al coche del otro, sino a que el otro se quede sin coche"".
 
 
 
Me gusta porque las dos entradas se complementan:
 
1. La envidia de los españoles no es aspirar al coche del otro, sino a que el otro se quede sin coche.
 
2. Pero la envidia no es el pecado nacional de los españoles, sino el desprecio de la excelencia: "quien envidia desearía escribir las 1.200 páginas del Quijote; quien desprecia es el que dice: "Pues, chico, yo he leído 30 páginas del Quijote y no es para tanto"" (Fernando Fernán-Gómez dixit).
 
Vamos, que somos distintos a nuestros vecinos. No sólo envidiamos de forma distinta, sino que además, nos damos el lujo de tener un pecado nacional superior a la envidia. En fin: feliz año 2008.

 

¡QUÉ MALA ES LA ENVIDIA! 

 

Publicado en Huelva Información el día 23 de enero de 1993

 

    J

osé, el hijo menor de Jacob, contó a sus hermanos el siguiente sueño: Estábamos atando gavillas en el campo, y en esto que mi gavilla se levanta y se queda derecha, mientras que las vuestras se ponen alrededor y se inclinan ante la mía. Sus hermanos respondieron «¿Es que vas a ser tú rey y señor nuestro?» (En la mentalidad primitiva, los sueños prefiguraban el futuro). Esto, unido a las preferencias de Jacob por José, provoca la envidia de sus hermanos y piensan darle muerte. La intervención de Rubén y de Judá evitan que esto ocurra y es vendido a los ismaelitas por veinte monedas de plata.

         En nuestros tiempos la envidia no ha evolucionado mucho, es muy similar a la de siglos pasados, aunque hoy se basa más en cosas materiales por el afán de dominio y superioridad del hombre.

         La envidia (del latín invidia: mirar con malos ojos) es uno de los siete pecados capitales, el sexto en orden. Consiste en una tristeza ante el bien del prójimo, considerado como mal propio en cuanto que se cree que disminuye la propia excelencia o felicidad y afecta a todas las clases sociales. Es, al mismo tiempo, congojosa y roedora, pues hace sentir continuamente la necesidad de aquello que el otro tiene y la impotencia de lograrlo.

         Según Aristóteles, se aceba en las personas de condiciones parecidas o poco distantes, ya sea en linaje, edad, saber, gloria, o poder. Difícilmente un trabajador puede tener envidia del director general de su empresa, porque la distancia entre ambos hace evidente lo absurdo de la pretensión. Es considerada una enfermedad, y tiene su tratamiento en la psiquiatría, dentro de la rama psicopatológica. La padecen personas que sienten un complejo de inferioridad en algún campo concreto de la vida, los tímidos, los deprimidos, los débiles. Las mujeres son más propensas a esta enfermedad, pero algunos hombres la sufren en mayor medida. Es, sin embargo, inconfesable o difícilmente confesable, incluso en la terapia analítica de un psiquiatra. La forma expresiva se reconoce con facilidad, especialmente en la mirada y se exterioriza en ciertas modalidades de lenguaje. Tiene efectos perniciosos en el orden moral. Conduce a otras faltas, tales como la retractación, la susurración, la difamación, la calumnia, la alegría perversa del mal ajeno, el humor negro, etc. Puede engendrar odio, pero es raro que provoque venganza, salvo excepciones como Caín y Abel, José, o aún más reciente, la Guerra Civil de España, donde la envidia degeneró en venganza y enfrentó a unas familias con otras.

         Generalmente, el envidioso es de acentuado narcisismo, por lo que si fracasa en su objetivo se hará un daño irreparable a sí mismo y terminará odiando a aquel o aquellos que ostentan lo que él había anhelado. Lo paradójico, es que, de alguna manera se identifica con su rival, admira su identidad y al mismo tiempo le odia.

         Quien padece esta enfermedad, sufre, y mucho. Lo que más le irrita es que el otro destaque en algo: estatus social, prestigio, intelectualidad, etc. Pero también hace sufrir, si no consigue igualarse al envidiado, buscará en él, lo malo, lo negativo, intentará por todos los medios desprestigiarle, si fuera preciso con falsos testimonios, dañando su dignidad, o lo que es peor, la de su familia. Ante la imposibilidad de conseguir un bien material, dirá de su rival que el dinero procedía de un trabajo sucio o ilegal. La imaginación puede llevarle a límites insospechados.

         En un trabajo de Fernando Díaz Plaja sobre la envidia de los españoles ("El español y los siete pecados capitales"), dice: el español necesita encontrar en el admirado algo que enturbie esa admiración y le quite importancia «Qué listo es el cabrón», o todavía más grave, con una sonrisa afectuosa «Qué bien escribe el hijo de puta».

         Nadie está libre de ella, esto puede ocurrir aunque se posea más que otro por el afán de tener más, de quererlo todo. Si se careces de las necesidades más elementales para subsistir: vivienda, alimentación, dinero, entonces es más fácil que aparezca la envidia.

         No podemos evitar que surja, pero tampoco tenemos que provocarla haciendo alarde de una situación de superioridad. A veces solemos fomentarla en nuestros hijos inconscientemente y con ánimo de provecho, o hemos sido víctimas de ello por parte de nuestros padres. Cuántas veces hemos oído «Tienes que ser como fulano, él siempre obtiene sobresaliente» Además, esto empequeñece y ridiculiza al niño.

         Los efectos fisiológicos que produce, son varios: una acción cardiovascular que se traduce por congojas y desarreglos en la nutrición, dificulta la irrigación sanguínea e impide los cambios de elementos indispensables para una asimilación normal, deseca, carcome y hace tragar bilis. También afecta al cerebro irritándolo, merma la tonicidad general y perturba las funciones del tubo digestivo. Es detectada en la autopsia por lesiones viscerales microscópicas, atrofia del corazón, raquitismo en los vasos y palidez en los músculos. Muy poco se puede hacer para remediarla. En primer lugar, pensar que la primera víctima es el propio enfermo. Distraer el ánimo puede ser una buena solución, y por último, visitar al psiquiatra.

 

José Antonio Mayo Abargues

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A mí todo esto me hace pensar en muchos temas antropológicos relacionados y e sun tema que me interesa porque es punta de iceberg no es en sí mismo..cuando leía estas notas como otras me venían las palabras de María Zambrano sobre el estrangulamiento de la vida...sobre todo con la afirmación de F. Gómez...¿Cómo se llega a eso? También pensé en N. Cohn con "Los demonios familiares en Europa" y sus tesis psicohistóricas...

...bueno y más cosas claro, así que si alguien tiene sugerencias, datos etnográficos de algún estudio, enunciados estudiados por analistas de discurso, relatos, bienvenidos son para un trabajo que hago sobre la vida cotidiana.

 

un saludo

 

Cecilia 

 




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